La década de 1850 fue crucial para el ascenso de Gounod hacia la cima del mundo operístico. Iniciando con Sapho en 1851 y con obras como La nonne sanglante y Le médecin malgré lui, para culminar con Faust en 1859. Sérénade, de 1857 (único texto de Victor Hugo musicalizado por Gounod), fue escrita en los años más creativos en la vida del compositor y su popularidad es muy merecida. Un ritmo de barcarola enmarca el ambiente que envuelve a una melodía que pareciera surgir de la nada. Como ocurre con frecuencia en Gounod es una canción en donde el intérprete debe tomar responsabilidad de cada cambio de color y de carácter entre los versos, particularmente en el tercero. El final de cada estrofa presenta una formidable coloratura que constituye todo un reto para el cantante; nada podría ser más apropiado y menos ingrato a la vez que este elemento. Los melismas en la última palabra del texto son encantadores y constituyen un final perfecto lleno de ligereza.

Marine es el primero de dos duetos vocales del opus 2 de Massenet. A pesar de ser su primer ciclo de canciones, compuesto alrededor de 1861, éste fue publicado por la Editorial Durand hasta 1890. Massenet demuestra desde sus primeras creaciones el potencial que lo llevaría ser el más importante exponente de la ópera francesa después de Gounod y Bizet. Poseedor de un extraordinario talento para escribir líneas vocales llenas de expresividad y vitalidad, la consolidación de Massenet como primerísimo compositor francés del género no llegaría sino hasta las últimas dos décadas de su vida. Marine es un encantador duettino cuyo material da una sensación de constante circularidad dado su compás ternario.

Habiendo sufrido un brote de cólera en París, el convaleciente Massenet de 23 años regresó a la vida normal al componer su opus 10, una serie de diez piezas para piano. Una idea fugaz de ese trabajo cobró vida propia, una aparente nimiedad creada en un momento de relajación que reveló más de la esencia de su creador que otras obras mucho más ambiciosas. En este caso fue la famosa Elégie, arreglada después para cello como música instrumental. La obra ganó renombre como una canción para voz y piano con el poema de Louis Gallet “O doux printemps d’autrefois”. Su melodía parece derivarse directamente de las palabras desde el inicio y es un estudio de un profundo pero ascético romanticismo. La estructura recuerda al Preludio en mi menor de Chopin, con el que comparte tonalidad. La frase principal consiste en un anhelante salto de octava seguido de un descenso susurrante y sobre esta idea germinal se construye la canción. Una breve excursión al mayor otorga un poco de consuelo. Hacia el final hay una intrigante sugerencia de bitonalidad, pero esta tensión pronto regresa de nuevo a la melancolía para cerrar esta perfecta miniatura.