En 1868, Henri Duparc de veinticuatro años trabajaba intensamente en un puñado de composiciones que publicaría al año siguiente –entre ellas una colección de mélodies. De ese ciclo, solo Soupir y Chanson triste sobrevivirían a su exigente y casi compulsivo descarte de obras. Ambas canciones nos introducen por primera vez a una herencia en la que los estereotipos poéticos provienen de una visión wagneriana. La letra de Chanson triste es de Jean Lahor, pseudónimo utilizado por el Dr. Henri Cazalis y, según el compositor, fue su primera canción –luego entonces un golpe de genialidad.

Sobre un arpegio ondulante que aporta movimiento a la pausada trayectoria armónica, la voz ofrece una evocación mágica de la luz de luna veraniega que irradia del corazón amado, un aura en la cual el amor sufre. Modulaciones sinuosas dibujan una oscilación apenas suprimida entre anhelo y arrebato antes de que la fantasía triunfe en una bendición sublime con el regreso a do mayor.


Con un texto de Baudelaire, esta canción es una muestra de las fortalezas de Duparc: la capacidad de combinar la voz y el acompañamiento en una auténtica asociación, un ambiente vívido, la expresión de la sensualidad y un don nunca exagerado de lirismo. En L'invitation au voyage, un amante invita a su amada a ir con él a un lugar hermoso donde no hay nada más que "orden y belleza, lujo, calma y voluptuosidad". Estas líneas, que son repetidas como un tipo de estribillo, fluyen sin sobresaltos en la voz, pero en el acompañamiento hay debajo una agitación inquietante. El amante describe el lugar misterioso con un lirismo a veces restringido que ocasionalmente se eleva a una declaración apasionada, mientras que el acompañamiento de nuevo equilibra, ya sea con una ágil ondulación o con acordes pesados que oscurecen un poco el ambiente. Las transiciones de un estado de ánimo a otro son muy suaves y naturales, tanto que el final es una combinación de luz y oscuridad, en lugar de sólo un contraste.