Claude Achilles Debussy (1862-1918) es la figura central de la vanguardia que impulsó las transformaciones musicales en la Europa de inicios del siglo XX. Su música, evocativa, fluida, sensual y sumamente refinada, atiende de manera especial al color tonal y tímbrico, hecho que le permitió trascender las funciones armónicas tradicionales. Más que música impresionista, término que el mismo Debussy desaprobó, su estilo se adscribe al movimiento simbolista encabezado por la poesía francesa de Verlaine y Mallarmé, en donde los fenómenos del mundo son plataformas sensibles para expresar el ámbito ideal de las cosas.

Música en México le ofrece a partir de hoy un ciclo de obras maestras de Debussy que, considerando su magnifica producción, es apenas introductorio.
Stéphane Mallarmé (1842-1892), el guía de lo que se convertiría en el movimiento simbolista de la poesía francesa, estaba muy interesado en las fronteras fluidas entre la poesía y la música. Al elegir las palabras tanto por su sonido como por su significado, Mallarmé crea poesía que a menudo sacrifica la claridad semántica del lenguaje por algo que se parece más a las impresiones emocionales de la música.

No sorprende entonces que la obra de Mallarmé se acercara tan fuertemente al mundo musical. Casi todos los compositores franceses de su época usaron su poesía, pero quizá ninguno la usó con mejor gusto que Claude Debussy. Debussy escribió su primera canción usando un texto de Mallarmé en 1884, “Apparition”, y desde entonces fue asistente habitual a las lecturas de salón de los martes por la noche organizadas por Mallarmé. A pesar de una diferencia de edad de dos décadas, el poeta y el compositor se volvieron buenos amigos, y para 1892, Debussy tenía el ambicioso proyecto de escribir una partitura de gran escala que acompañase a una lectura dramatizada de uno de los más famosos poemas de Mallarmé: L’après-midi d’un faune . Los planes para una obra de varios movimientos eran lo suficientemente concretos para que una nueva composición de Debussy, un preludio, una serie de interludios y un finale de L’après-midi d’un faune, fuera anunciada en un concierto en Bruselas en marzo de 1894, pero esa obra nunca se escuchó en el concierto.

Para el otoño, Debussy había bosquejado el Prélude de un solo movimiento que hoy conocemos, como su tributo al poema de Mallarmé. La intención de Debussy no era componer una música programática de la narración de la historia (de hecho, ni siquiera se puede hablar de una historia en el texto), en cambio, Debussy quería evocar con música las mismas imágenes y sensaciones que el poema despierta con palabras. La propia descripción del compositor de la pieza dice:

“La música de este preludio es una ilustración libre del hermoso poema de Mallarmé. Por ningún motivo se pretende hacer una síntesis de este último. En vez, se trata de ilustrar la secuencia de escenas a través de las cuales sucedían los sueños y deseos del fauno en el calor de la tarde. Luego, cansado de perseguir el vuelo de las ninfas y las náyades, él sucumbe al sueño intoxicante, en donde puede lograr al fin su deseo de posesión de la naturaleza universal”.

La partitura de Debussy es de hecho una serie de flujos de conciencia, de impresiones transitorias, fugaces pero lánguidas, que parecen disolverse de una idea a otra; como las inesperadas pero de cierta forma sorprendentes yuxtaposiciones de los sueños. Esta construcción episódica es lo que impulsó a Pierre Boulez a proclamar que el Prélude había conducido hacia todas las innovaciones modernas del siglo XX por derrocar “el concepto mismo de forma…, dando alas a una expresividad flexible, móvil.” Atmósfera, en lugar de contenido, es lo que parece importar más — todo, desde el solo de flauta (que más que una melodía en el sentido tradicional, es simplemente una errante escala) hasta las brillantes disolvencias de los glissandi del arpa, la melodía con tono pastoral del oboe y las olas de la orquesta completa, simplemente sugieren un paisaje de ensueño, de sol fantástico en el cual faunos y ninfas parecen tan naturales como los árboles y los juncos, y cualquier cosa puede pasar.

En la obra se invita a cada miembro de la audiencia a proyectar lo que las imágenes que cada oyente pueda encontrar en lo que el experto sobre Debussy, Edward Lockspeiser, ha llamado “la frontera entre la conciencia y la media-conciencia”.

Fuente: Kurt-Alexander Zeller