El la menor es el segundo de los tres cuartetos encargados por el príncipe Nicolás Galitzin y fue compuesto durante la primera mitad de 1825. El célebre tercer movimiento fue escrito en Baden donde Beethoven se recuperaba de una grave inflamación intestinal. Una ejecución temprana de la obra fue escuchada por el compositor británico y director Sir George Smart, quien recordó como, a pesar de su sordera, Beethoven tomó el control del ensayo: “un pasaje staccato no se tocó a su entera satisfacción... él tomó el violín de Holz y tocó el pasaje un cuarto de un tono bajo... todos pusieron la mayor atención.” Smart escuchó también a Beethoven improvisar en el piano “de una manera extraordinaria, a veces muy fortissimo, pero lleno de genialidad... él puede oír un poco si le respiras muy cerca de su oreja izquierda.”

En el primer movimiento, el motivo de cuatro notas juega un papel importante, ello vincula este trabajo con los cuartetos op. 130 y op. 131, lo que indica la posibilidad de que las tres obras fueran concebidas como una trilogía. El motivo –formado de pares simétricos de semitonos, uno ascendente y otro descendente– tiene un precedente en la fuga en sol menor del primer libro del Clave bien temperado de Bach que, por cierto, se dice que Beethoven tocaba en su totalidad a la edad de once años. El motivo aparece en la introducción misteriosa, arrasado por la cadenza apasionada, que desemboca en un tema principal apuntalado por la misma célula en duraciones largas entre los instrumentos de acompañamiento a la manera de un cantus firmus. El desarrollo central varía y profundiza la relación entre el tema y el motivo, antes de una reexposición doble que da balance dado el retorno de la tónica. El tema principal sufre una transformación final, con el motivo dispersado a través de la textura –fa (cello), mi (viola), sol (segundo violín), la (violonchelo)– lo que inicia una coda poderosamente escrita que parece vagar entre algo desesperado y desafiante.

Si el primer movimiento hace referencia de Bach, el segundo es un eco distante del gran cuarteto K.464 de Mozart, una obra que Beethoven admiraba y estudiaba, y que influenció su cuarteto op. 18 no.5. La música, una combinación entre scherzo y minueto, es inquieta en su elegancia y obsesiva interacción del motivo. El trío es un tipo de baile diferente, una evocación folklórica, primero sobre un cristalino pedal con cuerdas al aire, luego con la melodía rota sobre acordes puntiagudos, con los cambios de armonía difuminando la barra de compás, de forma que los tiempos fuertes se convierten en débiles.

El molto adagio es, como todos los grandes movimientos lentos de los últimos años de Beethoven, un viaje de exploración y revelación. El inicio se asemeja a un preludio coral, con guirnaldas de contrapunto que enmarcan una melodía tipo himno; la disposición de los acordes, enriquecida por las cuerdas al aire, mientras que la estricta adherencia hacia el modo lidio implica un alejamiento decidido de la tónica. La sección marcada “con renovada fuerza” es un contraste en todos los niveles, un minueto tipo Haendel con reluciente vitalidad, embellecido con trinos, corridas de spiccato, saltos y síncopas.