Berlioz dijo que Saint-Saëns era uno de los más formidables músicos que había conocido. La evidencia de sus prodigiosos dones se manifestó temprano en su vida. A los dos años, Saint-Saëns escuchaba con precoz interés el rechinido de las puertas, el tic-tac de los relojes y particularmente la “sinfonía de la tetera… (esperaba con apasionada curiosidad sus primeros murmullos, su lento crescendo tan lleno de sorpresas y la aparición del microscópico oboe cuyo sonido se elevaba poco a poco hasta que el agua llegaba a punto de ebullición).” A los tres, se las arreglaba en el teclado del piano y a los cuatro con siete meses tocó la parte de piano de una de las sonatas para violín de Beethoven en un concierto privado. En mayo de 1846 en la Sala Pleyel de París –a los diez y medio años– hizo su debut formal y tocó conciertos de Mozart y Beethoven, así como obras de Bach, Hummel y Kalkbrenner. El inquieto genio ofreció como encore tocar de memoria cualquier sonata de Beethoven que el público solicitara. Su madre viuda y su tía-abuela no lo explotaron como niño prodigio y los años siguientes fueron dedicados al estudio, no solo de música, sino de disciplinas humanistas y científicas.

Cuando compuso su quinto concierto, el compositor era un hombre de sesenta años y el decano de la música en Francia. No había escrito ningún trabajo de esta envergadura desde su Tercera sinfonía en 1886, pero de un modo u otro siempre se mantuvo vigente y a la vista del público; apenas había ido a Cambridge a aceptar un doctorado honorario en la distinguida compañía de Boito, Bruch, Grieg, y Tchaikovsky. Dedicó el nuevo concierto a su colega y amigo el compositor y pianista Louis Diémer, aunque en realidad lo compuso para él mismo, para tocarlo en su concierto de aniversario en la Sala Pleyel.

Saint-Saëns escribió el concierto durante una vacación invernal en Luxor, Egipto, lo que se refleja en el segundo movimiento y quizá el tercero. Una de las más notables características de este amigable primer movimiento es la alusión a la hermosa aria de Dalila "Mon coeur s'ouvre à ta voix" de su ópera Sansón y Dalila. Del segundo movimiento Saint-Saëns escribió que “nos lleva, en efecto, a un viaje hacia el Oriente e incluso en el pasaje en fa sostenido nos lleva hasta el lejano Oriente. Primero aparece una sección de introducción, muy en el espíritu de un