La primera mención de Tchaikovsky de su Sinfonía no. 5, aparece en una carta del 27 de mayo de 1888 dirigida a su hermano Modesto, a quien confesaba su temor de que su imaginación se había “secado”. Le perseguía el temor de que ya no tenía más que decir musicalmente. Pero no cedía fácilmente ante sus temores. “Espero reunir, poco a poco, material para una sinfonía”, escribe en la misma carta. Y el mes siguiente escribe a su patrona y corresponsal, madame von Meck : “Ahora trabajaré lo más que pueda. Estoy muy ansioso de probarme a mí mismo, y a los demás, de que no estoy agotado como compositor….¿Le escribí que intento escribir una nueva sinfonía? Al principio fue difícil pero parecer que me ha llegado la inspiración, ya veremos”.

Tras una de sus giras europeas más importantes, en la que conoció a Brahms y a Grieg y escuchó una sinfonía del joven R. Strauss (que calificó de insincera y antinatural), el compositor decide apartarse del “mundanal ruido”. Se ha apuntado que Tchaikovsky sufría de cierta neurastenia crónica que le impedía disfrutar, e incluso, digerir los festejos y ovaciones que pocos compositores habían conocido en vida. Por ello, se instala en Frolovskoie, en pleno campo, lugar que lo seduce por completo: “Me he enamorado absolutamente de Frolovskoie; esta comarca me parece el cielo en la tierra”. En esta nueva residencia recobra la inspiración y comienza a exprimir una nueva sinfonía de su “cerebro embotado”. Hacia el 30 de mayo, ya estaba metido de lleno en la composición de la Quinta, tarea que combina con la composición de la obertura Hamlet. A principios de Agosto comenzó la orquestación que concluyó en unas tres semanas, con lo que quería demostrar al mundo que “no había muerto”. Ya anunciamos que la correspondencia del compositor es riquísima y, gracias a ella, podemos inferir los cambios continuos en la valoración de su propia obra como reflejo de la personalidad insegura y fluctuante del músico. Así, el 19 de agosto escribía a von Meck: “Ahora que la sinfonía está terminada puedo decir que, a Dios gracias, no es peor que las otras. ¡Esta certeza me es agradable!”.

Poco después, las primeras pruebas hacían furor entre sus amigos de Moscú, sobre todo en Taneiev, como se deduce de sus cartas: “Mis amigos están en éxtasis por lo de la sinfonía, pero habrá que ver cómo la reciben el público y el mundo musical de San Petersburgo”.